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sábado, 28 de octubre de 2023

La Venganza de Valeria: Un Combate en la Lona"

 


En un vestidor iluminado por luces blancas, Mariana se encontraba frente a un espejo de cuerpo completo. Ajustaba con cuidado su traje de baño multicolor, asegurándose de que cada detalle quedara perfecto. El traje de una sola pieza brillaba con tonalidades que iban desde el rosa hasta el azul, y tenía unos recortes a los lados que dejaban al descubierto un poco de su piel bronceada.

Se inclinó para recoger una pulsera de cuentas brillantes y se la colocó en la muñeca, un toque final a su look de lucha. Mientras pasaba sus dedos por sus largas trenzas rubias, Mariana cerró los ojos por un momento, concentrándose en la batalla que se avecinaba. Se recordó a sí misma que cada movimiento, cada golpe, debía ser preciso.

Respiró hondo, sintiendo la fragancia cítrica de su perfume favorito. Este aroma siempre la llenaba de energía y confianza. Tomando sus guantes de lucha, Mariana los ajustó en sus manos y flexionó los dedos, sintiendo el agarre firme del material.

Con una mezcla de nerviosismo y determinación, Mariana se miró una última vez en el espejo, sus ojos brillaban con un fuego combativo. "Hoy es mi noche", se dijo a sí misma. Con esa convicción, salió del vestidor, lista para enfrentarse a Valeria en el cuadrilátero.

En el vestidor contiguo, Valeria se observaba frente al espejo mientras ajustaba su traje de baño morado de una pieza. La prenda se adhería perfectamente a su figura, realzando sus curvas. El diseño del traje tenía un detalle intrigante en el abdomen, una serie de entrecruzados que mostraban un poco de su piel tonificada. Su cabello, corto y oscuro, estaba recogido en un moño alto, permitiendo que un par de mechones enmarcaran su rostro. Los pendientes rosados que llevaba le daban un toque femenino y contrastaban con la intensidad de su mirada.

Mientras se preparaba, Valeria repasaba mentalmente cada movimiento, cada táctica que podría usar contra Mariana. Sabía que tenía que ser rápida y astuta. Se roció un poco de perfume detrás de las orejas, un ritual que siempre seguía antes de cada combate. Era una mezcla de vainilla y flores, y para ella, ese aroma siempre había sido símbolo de confianza y determinación.

Con todo listo, Valeria tomó una última mirada al espejo, inspiró profundamente y se dijo a sí misma, "Voy a ganar". Con paso decidido, salió del vestidor hacia el cuadrilátero, lista para enfrentar a Mariana en un duelo que prometía ser inolvidable.

El combate comenzó y Mariana lanzó un "Snap Suplex" contra Valeria. El golpe seco del cuerpo de Valeria al caer al suelo se sintió en todo el recinto. Mariana intentó aprovechar su posición superior, intentando un "Boston Crab", haciendo que Valeria gimiera de dolor, sintiendo cómo sus piernas se retorcían y su espalda se arqueaba en un ángulo antinatural.

Valeria, con lágrimas en los ojos pero firme, logró escapar y, con un movimiento ágil, aplicó un "DDT" a Mariana, dejándola desorientada. Valeria, aprovechando el momento, intentó un "Sharpshooter", haciendo que las piernas y espalda de Mariana se doblaran en su contra. Las expresiones de Mariana eran de agonía pura.

A lo largo del combate, hubo varios intercambios de castigos: "Armbar", "Sleeper Hold", "Leg Lock" entre otros. Los cuerpos de ambas luchadoras se contorsionaban y retorcían con cada movimiento, haciendo evidente el esfuerzo y el dolor.

En un momento inesperado, Valeria sacó de debajo del ring un pañuelo de seda. Ató las muñecas de Mariana y la empujó hacia las cuerdas, aplicando un "Clothesline" que la dejó en el suelo, indefensa.

Finalmente, después de un intenso combate, Valeria aplicó un "Figure Four Leg Lock". Mariana, con lágrimas corriendo por sus mejillas, gritó: "¡Me rindo! ¡Me rindo!" Valeria, exhausta pero triunfante, soltó el candado y se puso de pie. Colocó su pie en el rostro de Mariana, haciendo la clásica pose de victoria.

Con una sonrisa de satisfacción, Valeria se acercó y, sin decir una palabra, tomó el traje de baño multicolor de Mariana como trofeo. La tensión en el aire era palpable, y aunque no hubo palabras, las emociones hablaban por sí solas.


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